viernes, mayo 18, 2012

Después de 60 años sin crecimiento económico: a ponerle el cascabel, pero ¿a qué gato?

Acá la copia de un artículo que publiqué en otro foro: Nueva Economia.
Espero poder ahondar en detalles luego.
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Bolivia mostró y demostró, en los últimos 60 años, que el manejo de su economía no es algo que le pertenezca, ni que le llene de orgullo a nadie (bueno casi a nadie): 17% de crecimiento acumulado o 0.27% de crecimiento anual promedio entre 1950-2009 (PIB per cápita PPP). No existe una política económica nacional eficaz, por más que cada nuevo gobierno quiera hacer creer lo contrario. En este sentido, es el momento de cuestionarnos cual es el freno que no nos deja transitar los caminos hacia el desarrollo, claro, en caso de que sea el desarrollo lo que realmente buscamos.

La historia económica de Bolivia nos ha enseñado que nuestro país es sólo un grado de libertad más del resto de las economías, una simple variable de ajuste en la maraña de intereses mundiales. Algunos dirán que somos muchos los países que cumplimos ese papel dentro de los complejos flujos de capitales y mercancías que hoy se llevan en el mundo. En términos de libro de texto somos: una economía pequeña y abierta. Pequeña por el peso relativo de nuestro Producto Interno Bruto (PIB), que en términos simples es el valor de lo que producimos; y abierta por el grado de comercio e intercambio de bienes, servicios y capitales con el resto del mundo. Mi intención no es cuestionar aquello; claramente somos una más de las economías pequeñas y abiertas del mundo. Mi verdadero objetivo es comenzar a repensar el problema de nuestro estancamiento como economía altamente improductiva.
Por tanto, creo que es momento de trascender y buscar un origen común a nuestro estancamiento. Creo que el problema no es que Dios nos dotó con minerales, hidrocarburos, y al parecer nuevamente minerales, empujándonos a una supuesta maldición de los recursos naturales (que parece que es cierto!)[1]; el detalle no es que no tenemos poder de decisión sobre los precios ni cantidades demandadas de aquellos recursos, empujándonos a una alta vulnerabilidad externa (que también parece ser cierto!)[2]; el problema no es que nuestro sistema financiero es pequeño, poco desarrollado, y que funciona como un aparente oligopolio (donde la mayoría de economistas coincidirá que es verdad)[3] ; el problema no es que perdimos la guerra del pacífico y eso implicó costos de transporte y comercio excesivamente altos (a lo cual Sachs puede apoyar) o que nuestras otras idiosincrasias geográficas no nos brindan ventajas (ni siquiera en el fútbol![4]); el problema no es que la proporción de inversión en el país es baja, argumento altamente apoyado hasta el cansancio en foros económicos por organismos multilaterales; el problema tampoco parece ser (por lo menos en lo inmediato) el nivel de educación con que contamos[5], ni el paupérrimo stock de capital físico privado y público con que cuenta el país, léase carreteras, viviendas, servicios básicos, electricidad, internet; incluso el problema no es que nuestro avance tecnológico, creación de patentes, inventos, aporte a la ciencia, sea tan escaso que parece que damos dos pasos atrás por cada paso adelante. Finalmente, el problema aparentemente no depende del modelo político: hemos sido capaces de permanecer igual de pobres con gobiernos militares, democráticos, de ultra derecha y de ultra izquierda.

Entonces ¿dónde radica el problema? Bueno el problema es que no hicimos nada por cambiar la dinámica económica actual, pero ¿a que me refiero con dinámica económica? Estoy convencido que la economía funciona o deja de funcionar dentro de contextos y condiciones. Claro, algún lector acucioso dirá, pero ¿acaso baja inversión, cero km. de costa marítima, población con niveles de calidad de educación entre los más bajos del continente, sistema bancario ineficiente, selección que no clasifica al mundial, etc., etc. no son el contexto? Y bueno, sí y no. Sí en el sentido de que reflejan nuestras condiciones actuales, reflejan nuestros resultados; y no en el sentido de que muestran justamente resultados, y no una causa superior del problema. En este punto no seré ambicioso en buscar la última causa, pues entraríamos a un debate que bordearía lo teológico. Pero vamos al punto. Una causa potencialmente superior a aquellas que describimos antes se refiere a la carencia de instituciones. Un concepto algo ambiguo de inicio, pero, como hace mi querida madre con sus crucigramas u Homero Simpson al aprender mercadotecnia, quizá sea útil acudir al diccionario: “Cada una de las organizaciones fundamentales de un Estado, nación o sociedad.”

La hipótesis entonces es: las inversiones son bajas; nuestros mecanismos de defensa ante cambios de precios externos son nulos; la carencia de carreteras, viviendas de calidad, telecomunicaciones, son precarios; los bancos no asignan los recursos de la manera en que esperamos y a quien quisiéramos; no existen incentivos para generar conocimiento, estudiar, ni inventar siquiera el hilo negro; no clasificamos al mundial; cada modelo político ha sido un fracaso en lo económico; todos los anteriores a causa de la falta de instituciones o estado rudimentario de éstas.

Y claro, es duro aceptarlo, pero más allá de nuestro civismo debemos reconocer que somos un país donde Pedro puede ser Juan debido a que no existe un sistema de identificación confiable (600 mil carnets duplicados, con hasta 27 personas con el mismo número ÚNICO de identificación?); donde realizar un trámite de registro de un vehículo o casa toma meses o incluso años; donde es económicamente más eficiente ser contrabandista que aportar con el pago de impuestos; donde los recursos del gobierno se destinan a proyectos sin siquiera ser contrastados por una evaluación técnica. Claro todas estas ausencias “institucionales” conllevan a que los agentes económicos prefieran el consumo a la inversión, la informalidad a la formalidad, y por último, aunque parezca una referencia circular al concepto, donde elegimos no pertenecer a ningún estado, nación o sociedad, y por ende donde rige el caos.

Creo que es momento de analizar con la rigurosidad debida el porqué no pudimos (intentamos) cambiar o crear instituciones en Bolivia. A quién debemos atribuir la responsabilidad de la creación y mantenimiento de las instituciones, ¿individuos?, ¿gobierno? ¿Estamos en una trampa de pobreza? Bolivia es uno de los países más pobres y con menor crecimiento del continente y habrá que poner los esfuerzos necesarios en revertir aquello. Es claro que este reto conllevará volver a analizar lo que mencionamos como “resultados” o causas intermedias ¿Acaso las instituciones no son endógenas a (dependen de) los bajos niveles de salud, educación, inversión, política, infraestructura? Sí y no. Pero eso dejémoslo para otra oportunidad, por lo menos creo que hemos identificado al gato más gordo.
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Referencias 
[1] Sachs, J.D., A.M. Warner (1997). Natural Resource Abundance and Economic Growth. Harvard Institute for International Development, Development Discussion Paper No. 517a.
[2] Machicado, C. G., Estrada, P., and Flores, X. (2010) Public expenditure policy in Bolivia: Growth and welfare. Development Research Working Paper Series 04/2010, Institute for Advanced Development Studies.
Loayza, N., Fajnzylber, P., and Calderon, C. Economic growth in Latin America and the Caribbean: Stylized facts, explanations, and forecasts. Working Papers Central Bank of Chile 265, Central Bank of Chile, June 2004.
Jemio, L. C. La inversión y el crecimiento en la economía Boliviana. Instituto de Investigaciones Socio-Económicas (2008).
[3] Morales, J. A. Profundización Financiera y crecimiento económico en Bolivia. Instituto de Investigaciones Socio-Económicas (2007).
Humérez Quiroz, Julio y Yañez Aguilar, E. (2010) Desarrollo del sistema financiero y crecimiento económico. Banco Central de Bolivia.
[4] Chumacero, R. (2009). “Altitude or Hot Air?”  Journal of Sports Economics 10(6), 619-638.
[5] Calvo, S. (2006) Applying the growth diagnostics approach: the case of Bolivia. The World Bank.

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